domingo, 18 de enero de 2015

!Soltando el miedo y agarrando la mochila!


Patoniando por Suramerica fue el nombre que se me ocurrió cuando buscaba un buen título para un grupo de WhatsApp, que tiene como objeto compartir fotos del viaje.  Ahora es el título de éste blog donde quiero contar las historias de mi viaje. 

Este post es para hablar de algo que escuche mucho antes de salir: Usted está loca?  Cómo va a renunciar a su trabajo pá irse de hippie? Sí, sí, me lo han dicho! O por lo menos sé que lo han pensado, y especialmente algunos miembros de mi familia.



El seis de febrero del año pasado, comencé mi primer viaje de mochila fuera de Colombia, que ha sido sin exagerar, un viaje que me cambio la vida.  Después de un año en la “estrada” no tengo mucha certeza de cuándo volveré a esa tierra de volcanes por la que siento una enorme “saudade”.  La idea inicial de mi aventura, era hacer un mochilón por América del Sur, sin planes fijos, sin itinerarios, sin tiquetes, y con muy poco dinero.

Hace años que lo quería hacer, pero las ideas preconcebidas de la vida, de lo que se debe o no hacer, me lo impedían.  Primero pensaba que tenía que terminar la universidad, después que tenía que trabajar, luego tenía que ahorra, pagar pensión, salud, comprar una casa.  Entonces, cómo es que decidí dejarlo todo y arrancar a patoniar por suramerica?   

El 8 de diciembre del 2013 me telefoneo Dorji, la mejor amiga de mi cuñada con la que tuve la oportunidad de pasar unas vacaciones y construir una amistad.  Su llamada tenía por propósito proponerme un viaje juntas para Brasil.  Recuerdo decirle si, si, si, a todo lo que me decía, pero por dentro decía, no, no, no... Pensaba: tengo familia, tengo “amigovio”, tengo trabajo, tengo deudas... en el fondo creo que lo que más tenía era miedo! 

Dorji y yo el primer día del viaje
La idea seguía sonando en mi cabeza, pero todas las negativas surgían, todas las falsas responsabilidades.  El 24 de diciembre en medio del efecto de dos botellas de Tequila, tuve una discusión acalorada con mi “amigovio”.  Algo quebró nuestro relacionamiento definitivamente.  Borracha, llorando a moco tendido como decimos en Colombia y viendo el sol salir de los Paramillos de Santa Rosa en compañía de mi hermana,  decidí decir: ¡Sí, me voy, que hijuemadres!

Mi familia me apoyo, especialmente mi hermana Nana, que hasta me heredo su moral.  Peco mi hermano, me quería convencer de quedarme por lo menos cinco años construyendo un proyecto económico con la familia, bajo la sensata idea de trabajar duro y luego con “platica” salir ahí sí, a recorrer el mundo. Mi papa Manuel tenía temor de los peligros mismo del viaje, pero luego se tranquilizó.  Mi mama Fanny estaba dividida entre el miedo de "quedarse sola" y la plena consciencia de que hace años ese era mi sueño.

El resto de mi familia me vio y me ve como la loca hippie, que después de quemarse las pestañas siete años universidad (sí casi que no termino la tesis), se va a loquear por ahí de vaga. 

Una de los muchos aventones soñados que he tenido.
Con Tulio y Diana.
Algunos conocidos expresaron preocupación por mi futuro laboral, pues la constante es que después de salir del país es difícil reubicarse cuando regresas.  Otros me preguntaban sobre el dinero (tenía como un millón y medio) y quedaban aterrados.  Otros me intentaron convencer de comprar un seguro de viaje (que valía lo que tenía).  En la mayoría encontré admiración por la valentía de renunciar al trabajo y salir a viajar, muchos hasta me confesaron tener el mismo sueño.  

Ahora que lo veo en retrospectiva, me siento profundamente agradecida con Dorji por haberme dado el valor necesario para comenzar mi aventura.  Después de quedar sin dinero, de vender bombombunes en un parque, de cantar en los buses, de vender rifas en los mercados populares y trabajar en el turno de la noche de un hostel... ya notengo miedo. 

Siento ahora, después de este tiempo de viaje, que tengo una mayor certeza de lo que quiero hacer en la vida, cuales son mis verdaderas pasiones, que me hace realmente feliz.

Salir de mi casas, de mi trabajo, de mi barrio, de mi universidad, de mi circulo de amigos, de mi vida y conocer otros destinos, otros paisajes, otras culturas, otras musicas, otros ríos, otros bosques, otros campesinos, otros amigos, otras carreteras, fue y es: para conocerme mejor. Ahora siento que he encontrado mi misión.  Por lo menos una de ellas!.


Cantando y danzando en un circulo de mujeres en la ciudad de Natal, Rio Grande do Norte. Brasil.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Siete días de barco por el Amazonas

Recuperar mis documentos me permitió seguir la aventura; la pérdida del maletín me trajo un extraño alivio, quizás debido al peso físico ausente y a dejar de lado la necesidad de cuidar “mis cosas más valiosas”. 


Y la tarde se volcó hacia mi en su increíble milagro cotidiano.  Río Amazonas, trayecto Tabatinga Manaos. Febrero 2014.


































El lunes 11 de febrero salimos de Tabatinga para Manaus, lugares que una vez más nos ilustran la contradicción urbana. La primera una ciudad pequeña de frontera, olvidada, pobre, violenta y marginado. La segunda una metrópoli selvática, ciudad que es al mismo tiempo un destino turístico internacional y zona franca de la industria brasilera. Que extraño me resulta eso de producir motos (sólo como ejemplo), en el corazón de la selva.

A las cinco de la mañana suena la campana del desayuno, aprovecho la oportunidad de observar el clarear del cielo. El río se inunda de un rosado fuerte que se proyecta desde el cielo, con amarillos, naranjas, azules… siempre en hermoso contraste con el verde de la selva. Ese trayecto toma tres días, la mayoría de pasajeros dormíamos en hamaca (170 reales), otros con más presupuesto alquilan camarotes con aire acondicionado, cama y televisión (500 reales). 

Colores y hamacas.
Al recorrer puertos y horas, el barco se va llenando, hasta el punto en que para salir o volver a tu hamaca, debes realizar varios movimientos de contorsión con el fin de no golpear a nadie y esquivar el equipaje, así como bolsas, zapatos, y hasta niños. ¡En un momento tarareé la banda sonora de misión imposible!

Con el paso de los días también empiezas a ver el otro lado del río: un río oscuro, lleno de ricos sedimentos y nutrientes, pero también asfixiado en basura. No es que la veas flotando, pero la sabes presente. Es común ver a las personan lanzando botellas, envases y empaques al agua. Los barcos brasileños guardan sus residuos hasta llegar a puerto. Se por otros mochileros que los barcos peruanos van dejando atrás su mancha de basura.


Conocimos la Praia da Lua, un mar dulce. Allí el Río Negro se extiende en una inmensidad que te engaña. Verdaderamente nos sentimos en la playa, y además la arena es blanca.

Arcoíris de amanecer en el Río Amazonas
Para nuestra suerte en el barco conocimos un brasileño Daniel que hablaba fluidamente español, iba regresando de un mochilón por Perú. La verdad fue una gran ayuda su compañia, además de interesante. Yo creía saber un poco de portugués, pero sinceramente no sabía nada. Escuchar las clásicas de Jobim, Chico Buarque, Vinicius, Caetano… no fue suficiente!

El barco es una introducción a la cultura brasileña, en contraste con Colombia, aquí se come por kilo, el sistema de Self-Servi. Te dejan hacer un plato a “vontade” pero siempre lo mismo, espaguettis, arroz, frijoles y farinha (harina de yuca), uno de los alimentos más populares de este país!

Llegamos a Manaus, comprobando lo que ya habíamos escuchado. Que si bien seguíamos en la gran cuenca del Amazonas, esta es una ciudad industrializada, urbanizada y contaminada… como cualquier otra.

A pesar de esa realidad, yo la encontré linda. Me gustaron sus parques y plazas. Algunas tenían música en alto-parlantes y otras hacían proyecciones abiertas de documentales. En la plaza centrar está el teatro Amazonas, construido en 1896.

Plaza central de Manaos, cine al aire libre.

Mi economía en ese punto del viaje ya era crítica. Era tan crítica que tuve la idea de vender un paquete de bombones que Dorji le llevaba al contacto en São Paulo. ¡Y si, vendí! Un chico hasta cinco reales me dio. Dorji me quedó de esperar en la iglesia, me había ofrecido su compañía pero vi en sus ojos miedo y vergüenza. La libere de ese compromiso. Igual ella no precisaba el dinero. Era yo la que me encontraba en aprietos.

Cuando termine de recorrer el parque intentando vender los bombones, entre en la iglesia (cosa que sólo hago por ejercicio turístico), y recuerdo que lloré. Lloré porque me sentía vulnerable. Tuve pánico de estar tan lejos de mi casa, sin dinero, sin tarjetas.


Estar en esa situación no dejaba de ser un poco cómico, pues había gastado ya como 200 reales en hospedaje, comida y fiesta! En parte, ese desequilibrio se debía a que Dorji y yo teníamos viajes distintos. Ella no tenía los problemas económicos que yo afrontaba, y además estaba acostumbrada a ciertos lujos como hostel y comida en la calle. Yo ya no tenía dinero propio. Dorji me tuvo que hacer el enorme favor de prestarme dinero para comer y pagar el siguiente barco.

Praia da Lua
Abordamos el siguiente barco rumbo a Belem, la capital del Pará! Está vez eran cuatro días de viaje por 200 reales pero sin comida, sólo el desayuno. Allí conocimos una española llamada Rosa, una mujer 60 años que viajaba sola. La recuerdo con cariño, fue una gran compañía a bordo y una confirmación que nunca es tarde para viajar. Conocimos otro colombiano y una pareja de argentinos.

Una tarde se aproximaron barcos pequeños para vender camarón fresco. Fue sorprendente ver a un par de mujeres maniobrar hasta conseguir emparejar el costado de su pequeña barca y asegurarla con cuerdas para poder hacer las transacciones. En otro trayecto, ya al tercer día, vimos emerger de la floresta a niños y mujeres indígenas en pequeños botes. Estaban allí esperando el paso de barcos, comenzamos a ver bolsas volando del barco, posiblemente con ropa y comida. Algunas personas hasta lanzaban paquetes de papas fritas, chitos... Fue algo estremecedor. De nuevo tristes contradicciones.

Turma del barco.
La última noche de viaje, pasamos por un paraje muy estrecho del río. El barco proyectaba una luz que se desplazaba de lado a lado. Avanzabamos lentamente, emitiendo el sonido de una alarma, para aumentar la advertencia. En algunos momentos tenía la sensación de alcanzar las hojas del mangle. Fue un momento hermoso. La noche, las estrellas, el río, la oscuridad.

En Belem sólo pasamos dos días. La verdad no conocimos nada. Dorji preocupada por mi situación “económica”, quería llegar lo antes posible a São Paulo, donde teníamos por lo menos un amigo que podía ayudarnos. La idea era conseguir un empleo para recuperar el dinero que ya le debía. Mi viaje de mochila se había convertido en una migración laboral. Pueden creerlo?

Muy temprano salimos para una estación de gasolina, donde habíamos quedado de encontrarnos con otros viajeros argentinos para "tirar dedo" juntos. Como era la primera vez que lo hacíamos en este viaje, y como Dorji nunca lo había hecho antes, teníamos algo de miedo, y decidimos orar para pedir protección. Sentimos miedo porque la gente siempre te dice que es peligroso, que estamos locas. Que en el nordeste brasilero nadie hace eso... Para liberar la tensión dije que no nos iba a pasar nada malo, que todo iba a estar bien, que incluso nos iba a recoger alguien en un automóvil con aire acondicionado. Reímos mucho con el comentario.


Edinelson probandose mi mochila.
Al llegar a la bomba no encontramos ni rastro de los argentinos, ahora puedo decir que por fortuna (luego nos enteramos que nunca nos esperaron). Hablé con la gente que trabaja en el puesto de gasolina y un hombre se nos acercó preguntando que “precisaba”. Así es que hemos conocido –por cosas del universo- a Edinelson, quien se sintió curioso por nuestra pinta de viajeras (eso me lo contó después) y se ofreció a llevarnos hasta otro pueblo donde el flujo de camiones era mejor. Aceptamos luego de verificar que era una persona conocida, y resulto ser una estrella de la “estrada”.



Esperamos media hora a que hiciera sus cosas, no sabíamos en qué viajaba, pensamos que era un camionero, pero de pronto apareció en un automóvil y adivinen: con aire acondicionado! Edilnelson fue camionero mucho tiempo, hasta que sufrió un accidente y se jubiló. En el camino nos contó sobre su familia, y cosas de la vida, su única hija mujer Marila, es profesora de español, y su hijo mayor es guitarrista. Edilnelson nos convido a conocer su familia Vivimos una semana completa con ellos, y aún hoy recordamos con mucho agradecimiento y cariño la forma en que nos ayudaron!


Lagoa Verde- São Francisco do Para
São Francisco do Pará (pueblo que ni siquiera sabíamos que existía y al que ningún turista viene) nos trató como celebridades. Los vecinos venían a conocernos, nos invitaban a pasear y a comer. Edilnelson y su familia fueron verdaderos ángeles, además de abrirnos su casa y sus vidas, nos consiguieron una “carona” (aventón) directa hasta Recife con personas de confianza, y como si fuera poco, recogieron 170 reales para ayudarnos.

Este tipo de experiencias durante un viaje, te hacen creer de nuevo en la humanidad.

Selva, Carona, Suerte!

Al llegar en avión a Leticia me sentí muy impresionada por la magnitud de la selva, una espesa masa de arboles cubrían todo aquello que mi vista alcanzaba.  

El Amazonas es hermoso, de verdad, no se imaginan cuanto.  El río es inmenso, por momentos te sientes en el mar: y la selva es espesa, humeda, caliente, llena de misterios y diversos destinos, para los que hace falta valor y dinero (especialmente este último).



Vista desde el avión llegando a leticia.  8 de febrero 2014.

































En Leticia nos quedamos en casa de un Couchsurfing, una red social que promueve el turismo solidario.  Funciona dando y recibiendo, tu puedes ser el que hospedas a viajeros en tu casa sin intercambio de dinero, compartes con ellos tu visión de la vida, tu cultura y los lugares lindos de tu ciudad.  Eso lo hice durante dos años y durante mi aventura, ya fui hospedada muchas veces con este sistema.  Couchsurfing: gracias por existir.  

Nuestro Couch Thomas, como es entendible en un lugar tan turístico como el amazonas, estaba comenzando un albergue llamada: Amazon Hostel, por ser originalmente un couch, el trato es que no pagas la primera noche, pero los precios son muy asequibles, para un destino que generalmente es muy costoso!  Tengo que agradecerle mucho a Thomas, porque no es sólo un hostel, es su casa, es allí donde vive él y su familia, que te trata como si fueras un invitado muy especial y no solo un cliente. 

Recuerdo con mucho cariño a su madre y su abuela, dos figuras de mujeres que donde estés y sin importar quién seas, siempre te hacen sentir cerca de tu casa. 

Es un buen momento para agradecer al Gran Espíritu por todas las mamas y abuelas de este mundo..


Leticia es lindo, pequeñito: las calles todas llenas de huecos... pero bueno, es uno de los extremos olvidados del país, que sólo en los últimos años gracias a las majestuosidades amazónicas está llamando la atención del turismo. 
            

Berto, el llamador de Buceos y 
Por 50 mil pesos Berto, un viejo brasilero maravilloso, quién posee el talento de llamar a los Delfines (Golfinhos en portugués) con un silbido único. Apenas salimos del puerto de Tabatinga (la ciudad brasilera de frontera) pudimos ver a dos parejas que danzaban, al parecer apareandose, unos rosados y otros grises.  Lloramos, primero porque según nos dice Berto, tenemos muy buena energía y suerte, ya que fue un avistamiento muy fácil, y segundo, porque siempre soñamos vivir ese momento.  Son seres hermosos, inteligentes, juguetones y cargados de un misticismo encantador. 

El destino de nuestro paseo era Puerto Alegría una comunidad  indígena peruana, en la que sólo aportando lo que quieras, puedes vivir el Expreso Amazonas, es decir, colocarnos una Anaconda en los hombros, cargar una Babilla, tocar un Manatí, un Perezoso... Lo más asombroso fue acariciar a una trigrilla como si fuera una gata.  La coqueta Rosita se dejo tocar hasta la panza.  El lado b del paseo a Puerto Alegría es ver a los animales silvestres domesticados,

Por otro lado hay que reconocer que es una forma de apropiarse comunitariamente de un tipo de turismo que se practica en la selva, como es el movido por los animales.de ésta comunidad, y que no evidenciamos maltrato.   De resaltar la forma en que manejan los económicos generados, pues se guarda todo lo generado durante el año y al final se divide.


Cliché! Pero bueno, es un recuerdo.



Y pues si, me bañe en el amazonas, Dorji no quería, por el tema este de las pirañas pero, la verdad fue muy divertido y es una sensación extraña, estar en el río mas caudaloso del mundo, el río corazón de la selva, el río sagrado, el río milenario... 







Río Tacana, Leticia.
Hay otros paseos, pero más costosos, por lo que mejor indagamos por el paseo de olla de la gente en Leticia, y lo hayamos! Un río pequeño dentro de la selva, llamado Tacana, quizás el momento en que más adentro de la selva me sentí.   Hay cicloruta para llegar y es fácil tomar un trasporte urbano!

Alistamos nuestras maletas para salir el sábado 10 de febrero, a las 11 am embarcaríamos en el barco con rumbo a Manaus, que sale desde el puerto de Tabatinga.
Una llamada entro: Aló, Aló... nada, no se escuchaba bien.  Yo creía que se trataba de otro asunto, hasta que por fin reconocí a un mototaxista que nos había hecho un servicio y que nos había ofrecido hacer la carrera por un precio menor. Acepte.

Llego unos minutos antes para pasar por el puerto y cambiar la mitad de dinero que tenía. Montamos las maletas al carro y cometí un error.  Le di mi mochila "principal", si esa donde están tus documentos, la mitad de tu dinero, la cámara, el computador... hasta cabellos tenía ahí! Una chichaja que una abuela me mando a tomar para cura espiritual... El maletin fue puesto encima del otro equipaje, y apesar de que estaba en mis manos, yo nunca lo asegure!

Cuando llegamos al puerto,  nos bajamos para cambiar el dinero, y Dorji deció para comprar una gorra.  Al volver a la moto mi maletín ya no estaba.  La ventana trasera estaba dañada a tiempos, entonces no se si se calló en el camino, si alguien paso y la cogió... no se nada!   Solo sé que perdí la maleta más importante y me sentía como una )@*#$$)%.

Despues de darme cuenta de lo que estaba aconteciendo, de ir a la policía, de intentar ver los vídeos de seguridad del almacén... de llorar, de darme cuenta, de llorar ... Decidí recorrer las dos emisoras de Leticia, pidiendo para dar el aviso de los documentos.  Aparecieron el domingo.

Así que después de la tormenta si llegó la calma.  Llegó en un barco, en tres días de amazonas, de selva, de río, de delfines, de arcoíris.  Tres días de introducción a la cultura brasilera, a través de su cerveza, de su música, de su lengua.